'La abuela presintió que esa niña estaba destinada a perderlo todo, para encontrarlo todo. Porque solamente alguien que se vacía puede ser llenado de nuevo. En el vacío está la luz del entendimiento.'
'Tantas palabras, tantos conceptos. El que más trabajo le costaba entender era el del demonio como encarnación del mal. La idea de que el diablo era un ángel caído, alejado de la bondad de su padre celestial y condenado a vivir en la oscuridad - pero que al mismo tiempo tenía poder para acabar con toda la creación divina- no le quedaba clara. Si tenía el poder, ¿por qué no lo utilizaba? Y, si para hacerlo necesitaba que los hombres lo aceptaran en sus corazones, es que no era tan poderoso como decía. Por otro lado, ¿el dios verdadero era tan torpe que había creado una fuerza capaz de destruirlo? ¿Y tan débil que a cada momento corría el riesgo de que sus hijos lo olvidaran y pecaran? No, para nada entendía el concepto que los españoles tenían de dios y del mal. Para ella, el mundo espiritual guardaba una estrecha relación con la naturaleza y el cosmos.'
'Por alguna extraña razón comprendió que la eternidad era un instante. Un instante de paz donde todo se comprendía, donde todo tenía sentido, aunque no pudiera explicarse con palabras, pues no había lenguaje que lo pueda nombrar.'
'Cada año se celebraba con una misa la caída de Tenochtitlan. A Malinalli le molestaba asistir. Le molestaba revivir a los muertos, los lamentos, los llantos, pero más le molestaba que los rezos se hicieran ante un Cristo crucificado. Ante la imagen del nuevo dios, del dios de la carne clavada en la cruz, del cuerpo sangrante. Para ella resultaba horrorizante verlo, pues su mente siempre había rechazado los sacrificios humanos.'
'La búsqueda de los dioses es la búsqueda de uno mismo. Y ¿dónde nos encontramos escondidos? En el agua, en el aire, en el fuego, en la tierra. Estamos en el agua, en el río escondido. El agua forma parte de nuestro cuerpo, pero no la vemos. Circula por nuestras venas, pero no la sentimos. Sólo vemos el agua externa. Sólo nos reconocemos en los reflejos. Cuando nos miramos en el agua, también sabemos que somos luz, de otra forma no podríamos reflejarnos. Somos fuego, somos sol. En el aire estamos, en la palabra. Cuando pronunciamos el nombre de nuestros dioses, pronunciamos el nuestro. Ellos nos crearon con su palabra y nosotros los recreamos con la nuestra. Los dioses y los hombres somos lo mismo. El hijo del sol, el hijo del agua, el hijo del aire, el hijo del maíz nacen del vientre de la madre tierra. Cuando uno encuentra el sol, el fuego en movimiento, el agua, el río escondido, el aire, el canto sagrado, la tierra, la carne de maíz, dentro de sí mismo, se convierte en dios.'
'Malinalli, sentada y en silencio, se hizo una con el fuego, con el agua, con la tierra, se disolvió con el viento, supo que estaba en todo y nada. No había nada que la contuviera, que la hiciera sufrir. No había dolor, ni rencor, sólo el infinito.'
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