domingo

¿Cómo se dice?


-¿Cómo se dice “te extraño” sin romper un contrato? Quiero encontrar la manera de transmitir la falta que me hacés casi todas las noches, muchas mañanas y algunas tardes, aunque sean las menos. Me muero por hacerte llegar señales de humo que invoquen la noción de que por varios segundos al día estoy total y completamente arrepentida de todas mis certezas, aunque sepa que no es lo mejor, aunque entienda que no hay otra alternativa, aunque después vuelva a entrar en razón, aunque todo y a pesar de todo. Necesito desmembrarme y analizar mis partes una a una, fragmento por fragmento, para ver si al recomponerme encuentro la frase justa para describirte exactamente cómo me siento sin que me condenes por hacerlo, sin condenarme yo misma, y sobre todo sin que el peso de las palabras de hoy entorpezcan la decisión de ayer o arruinen la posibilidad de mañana. ¿Cómo te lo digo? ¿Cuál es esa oración?

-Me parece que la palabra justa que estás buscando es “extraño”, así, sin el te.

-Puede ser. Extraño.

-Yo también.


La sal

-Escribí un cuento que no te va a gustar. Es sobre cuando se te acaba alguna cosa que pensás que no va a terminar nunca, como la sal, y te colgás por varios días en ir a comprarla porque claro, no estás acostumbrada a no tenerla. Y llegás a tu casa después de un día largo, no pensaste en todo el día en eso pero de repente te sentás a comer una ensalada y paf, no hay sal. Y te acordás, y decís ‘qué pelotuda’, y te comés la ensalada sin sabor a nada, a las re puteadas. Y lo peor de todo es que repetís la escena varias veces como mula terca con alzheimer: te olvidás, te acordás a la noche cuando está todo cerrado y te tenés que fumar en pipa la comida sosa. Y vas así por la vida, sin gusto a nada, hasta que un día caminando por la calle al mediodía te acordás: entrás al Carrefour y finalmente comprás la sal. Te regocijás en el placer de abrir un envase nuevo y la ves ahí, intacta, lista para que la llenes de arroz o de humedad, lo que ocurra primero. Y nada, la historia sigue pero el argumento principal es ese: a la protagonista se le acaba la sal y tiene que salir a buscar una nueva. 
-¿Y por qué no me va a gustar?
-Porque vos sos la primera sal.

(De la serie “Cómo cortarle a alguien con palabras bonitas” que solo tiene este capítulo pero me pareció un título atractivo así que quedó)

Realismo

La televisión de la cocina estaba encendida y se escuchaba cómo una voz en off relataba la historia de una mujer que había tenido un accidente automovilístico camino a la iglesia, en donde la esperaban su futuro marido y 150 invitados. Mostraban paneos de Bolívar 225 con el novio sentado en las escaleras de la iglesia despeinado, con la corbata aflojada, clavado ahí horas después de lo ocurrido en estado catatónico sin encontrar la fuerza para dejar ese sueño que lo dejó primero a él, justo cuando estaba a punto de agarrarlo para siempre. Los móviles, los periodistas, los curiosos, todo a su alrededor era bullicio. Un mismo sonido constante, confuso, uniforme, apagado, gris. Un ruido sin sentido que en ninguna nota podía evocarla a ella.
‘Hay tragedias peores que la nuestra, viste’ le comentó Ana a su marido al pasar bajando el volumen de la tele con una risa forzada, como si no le doliera ni un poquito lo que acababa de decir. ‘¿Qué cosa?’ contestó Juan con desdén mientras leía el suplemento deportivo del Clarín completamente indignado por la forma en que ‘los boludos de esta redacción’ habían descrito el empate 0-0 en el último encuentro San Lorenzo – Huracán. Era clara la superioridad del cuervo, no hubo goles por cuestiones injustas del destino que siempre se cagaba en todo, pero no entraba en discusión quién debería haber ganado. Decir que había sido ‘un partido equiparado’ era no entender absolutamente nada de fútbol. Al final en este país cualquier pelotudo con unos meses de TEA encima podía dar cátedra de cualquier cosa.
‘Nada, lo de la tele. La chica esa que se murió yendo a su propio casamiento…Me partió el alma’ ‘Ah sí la piba, pobre’ le respondió Juan y se quedó pensando unos segundos en los padres de esa mujer, que habían perdido a su nena en el día más feliz de su vida. ‘De una así no se sale más’ concluyó mientras se levantaba de la silla, previamente sosteniéndose la rodilla mala para que no le duela, y se iba a la habitación a seguir leyendo el deportivo sin interrupciones.
Ana cambió de canal cuando estaban pasando fotos del civil de la pareja y puso Utilísima Satelital. Estaban enseñando cómo hacer guantes de cocina para regalar en navidad. Apagó la tele.
***
‘Sí, quiero’ contestó ante la mirada de todos sus seres queridos y de Juan, que le agarró la cara con las dos manos y con los ojos llenos de lágrimas le dio un beso de esos que hacen eco para siempre en los huesos. El pastor, algo incómodo pero sonriente, levantó los hombros hacia arriba y mirándolos a los dos expresó que ‘El Señor y yo haremos la vista gorda ante este exabrupto premarital y tanto ante Él como ante todos aquellos aquí presentes los declaro marido y mujer. Puede (volver a) besar a la novia’ La iglesia entera irrumpió en risas y todo ese día fue perfecto: la caminata del brazo hasta la puerta, las sonrisas de sus seres queridos, el tropezón de Ana en las escaleras ('¡es que estos vestidos son tan largos!') y la posterior atajada de Juan, que siempre había estado ahí para salvarla de todo. Y que ahora estaría para siempre.
***
‘Imaginate viejo si yo me hubiera muerto el día de nuestro casamiento. Te hubieras salvado de un castigo, ¿no?’
‘Si te hubieras muerto el día de nuestro casamiento yo me hubiera ido con vos, negrita’ le contestó medio dormido justo antes de empezar a roncar. Jamás notó cómo la almohada de Ana se mojaba con gotitas que le caían una a una de los ojos mientras su nariz se esforzaba por no hacer ruido y su boca se arqueaba en una sonrisa pensando en sí misma como un premio. Uno lindo, importante, de esos que ponés en un estante del living esperando que todos vean cuando llegan a tu casa de visita. Apagó el velador, se acercó a Juan acariciándole la panza que tan redonda se había vuelto en los últimos cuarenta y dos años, y se durmió profundamente.

Un agujero

Era de noche y soplaba un airecito lindo de verano, de esas brisas frescas pero no lo suficiente frías como para requerir un abrigo extra. Él tenía puesta una camisa hermosa, mi favorita de todas, esa que le resaltaba la espalda de una manera que lo hacía ver bien hombre, grande, protector. Cuando la tenía puesta algo me hacía sentir que no había nada en el mundo que pudiera hacerme mal, me daba una seguridad tan enorme que si en ese mismo momento aparecía un tipo armado y me disparaba, yo sabía con certeza que un abrazo de esa camisa iba a poder frenar todas las balas sin que me alcance ni una. No sé bien qué me hacía sentir así, si era la forma que le daba a sus hombros, la caída que le otorgaba ese porte tan imponente o que simplemente había una magia en la tela que me generaba esa sensación. Nunca voy a saber por qué, pero que lo sentía, lo sentía: me daba una contención divina.
El bar era al aire libre y la luz artificial muy tenue (solo algunas lucecitas de navidad colgadas en los árboles) así que se generaba un lindo balance entre lo poco que podía ver de las mesas y su gente y la inmensidad de las estrellas. Era una de esas noches tan pero tan lindas que te dan ganas de enmarcarlas para siempre en un cuadrito y colgarlo arriba de la cama para verlo todas las mañanas, especialmente las que amanecen tristes.
You won’t admit you love me and so how am I ever to know?
La voz de una cantante empezó a impregnar el aire mientras la banda atrás suyo acompañaba con una sinfonía de sonidos perfectos que solo contribuían a perfeccionar el cuadrito imaginario que colgaría en mi cuarto esa noche. Mientras él le encargaba dos Campari con naranja a la moza que se había acercado a la mesa, yo me abstraje de la escena por un rato y me perdí en la voz de esa mujer bellísima sosteniendo un micrófono antiguo muy canchero que debía provenir (o simular venir) de los años veinte.
You only tell me perhaps, perhaps, perhaps…
Tenía la gracia, seducción y elegancia propia una cantante de burdel de otra década, con unos ojos perfectamente rasgados y una voz que le daba un nosequé hermoso a todo el lugar. Me pregunté por un segundo si todo lo que estaba pasándome en ese momento no estaría montado, si la perfección de ese presente era físicamente posible en este plano o si se trataría de un programa de tele, un Truman Show que alguien estaba orquestando para mí y que millones estarían viendo desde sus casas, expectantes. La noche así de linda, él con esa camisa mágica, la música, la banda, las luces de navidad… sentí un remolino de felicidad en panza y de golpe, sin preaviso, mi sonrisa interna se vio interrumpida por un
-Che… tenemos que hablar.
El remolino se congeló y comenzó a cristalizarse adentro mío, retorciéndome el estómago en un manojo de incertidumbre y ansiedad.
-No me asustes. ¿Qué pasó?
If you can’t make your mind up we’ll never get started…
-Ya no me pasa lo mismo que antes
And I don’t wanna wind up being parted…
-¿Qué?
Broken-hearted…
-Eso
So if you really love me say yes…
-¿Me estás cortando?
But if you don’t dear, confess….
-Perdoname
And please don’t tell me perhaps, perhaps, perhaps…
-¿Vos me estás jodiendo?
Perhaps, perhaps, perhaps…
-No, lo vengo pensando hace mucho, la verdad que…
Perhaps…
-Siento que ya no es lo mismo que antes y…
Perhaps…
-Creo que deberíamos cortarla acá.
Perhaps…
La gente aplaudió a la banda, que con sonrisas que ahora me parecían completamente cínicas y burlonas se disponía a empezar otra canción (no me acuerdo cuál). Sentía los oídos aturdidos y adentro mío se mezclaban los sonidos, los olores y los colores en una maraña de quilombo y confusión.
Me levanté y sin decir nada me alejé caminando despacio, en silencio. A medida que me iba, de golpe y sin darme cuenta, me empecé a reir sola. Arranqué bajito pero la tentación empezó a subir hasta que no pude contenerla y me solté. Era una risa rara, fuerte, sorprendida, un poquito frenética. Es que en todos mis cálculos y certezas nunca jamás había considerado la posibilidad de que las balas sí pudieran alcanzarme, no por venir de un agente externo a la camisa, sino justamente saliendo desde adentro de la misma. A hole in my plot (y un Universo nuevo de perhaps). 

-Ficcional (pero hasta ahí)-

miércoles

A Carolina no le gustan los cumplidos

Es simple, no le gustan. Se acercan, le elogian alguna característica o pertenencia, y a ella se le cierra el pecho. “¿Éstas? Son viejísimas” responde ante un “me encantan tus botas”; “No me salió como me hubiera gustado” es la frecuente respuesta ante un halago hacia uno de sus dibujos; “No sé de esto, sigo la receta nomás” viene después de cualquier suspiro producto de su cocina.
Y así va por la vida, con los cachetes colorados corriendo a contramano de todos los elogios y tratando de esconderse detrás de alguna columna de humildad que pueda tapar todas esas cosas buenas que le incomoda tanto que los demás vean. Porque los demás las ven. ¿Pero ella? A veces sí, a veces no, de todas formas no son nada especial (piensa Carolina), lo puede hacer cualquiera (piensa Carolina), fueron pura suerte (piensa Carolina), sería pedante estar de acuerdo (piensa Carolina).

Ey, Carolina: el amor propio no equivale a pedantería. 
Hace muy poquito aprendí que ser egocéntrico es decir “yo soy mejor que vos”. Pero ¿decir “yo soy buena”? Eso es un grito de autovaloración hermoso.
Aguante vos, Carolina. Me encantan tus dibujos.

sábado

-No no no, esperá, dejame hablar, lo entiendo y no tengo absolutamente nada en contra tuyo, en serio. De hecho me parece que nos estás haciendo un favor. De verdad te lo digo, era una decisión que yo evidentemente no estaba pudiendo tomar y nos hacía falta, Rodrigo, nos hacía falta. ¿Cómo es eso de los cuadros? Que a veces te tenés que alejar para ver la imagen completa y entenderlo, algo así, eso es exactamente lo que está pasando acá. A lo mejor un poco de aire le hace bien a la relación. Yo creo fervientemente en que dos almas jamás se cruzan por casualidad y vos en mi vida estás por algo. Sé que sos vos, siempre fuiste vos, pero a lo mejor necesitamos unos días para darnos cuenta. Extrañar nuestro olor en las sábanas, la forma en que nos abrazamos, los besos con gusto a pasta de dientes antes de irnos a dormir. ¿Me vas a decir que no necesitás todo eso para vivir? En la cotidianidad al lado tuyo está mi combustible, vos sos mi combustible, y quizás tenés razón y tenemos que estacionar un ratito para ver el mapa y decidir por dónde seguimos. Tenemos tanto por delante, tanto, y esta vez va a ser diferente. Tengo fe en que esta es la definitiva. Una corazonada, ¿viste? De las que no se explican. Nunca amé a nadie con la fuerza que te amo a vos, ¿sabés eso no? Me parece importante que lo sepas.


-Estás literalmente violando la ley ya, Martina, te pedí que no me llames más. Quinta vez que cambio mi número de teléfono ¿¡Qué hiciste para conseguirlo esta vez!?

Prematuro

¿Viste cuando te estás quedando dormido y de golpe te despertás sintiendo que estás cayendo pero en seguida te das cuenta de que seguís acostado? Lo prematuro de estar escribiendo y verte reflejado en letras que orquesté voluntariamente una al lado de la otra con intencionalidades determinadas se siente igual: vértigo. No sé qué pedirte, en parte porque no sé qué quiero y en parte porque no me corresponde querer nada, por eso solo voy a pedir que no dejes de ser así de abrazable. ¿Puede ser?