La televisión de la cocina estaba encendida y se escuchaba cómo una voz en off relataba la historia de una mujer que había tenido un accidente automovilístico camino a la iglesia, en donde la esperaban su futuro marido y 150 invitados. Mostraban paneos de Bolívar 225 con el novio sentado en las escaleras de la iglesia despeinado, con la corbata aflojada, clavado ahí horas después de lo ocurrido en estado catatónico sin encontrar la fuerza para dejar ese sueño que lo dejó primero a él, justo cuando estaba a punto de agarrarlo para siempre. Los móviles, los periodistas, los curiosos, todo a su alrededor era bullicio. Un mismo sonido constante, confuso, uniforme, apagado, gris. Un ruido sin sentido que en ninguna nota podía evocarla a ella.
‘Hay tragedias peores que la nuestra, viste’ le comentó Ana a su marido al pasar bajando el volumen de la tele con una risa forzada, como si no le doliera ni un poquito lo que acababa de decir. ‘¿Qué cosa?’ contestó Juan con desdén mientras leía el suplemento deportivo del Clarín completamente indignado por la forma en que ‘los boludos de esta redacción’ habían descrito el empate 0-0 en el último encuentro San Lorenzo – Huracán. Era clara la superioridad del cuervo, no hubo goles por cuestiones injustas del destino que siempre se cagaba en todo, pero no entraba en discusión quién debería haber ganado. Decir que había sido ‘un partido equiparado’ era no entender absolutamente nada de fútbol. Al final en este país cualquier pelotudo con unos meses de TEA encima podía dar cátedra de cualquier cosa.
‘Nada, lo de la tele. La chica esa que se murió yendo a su propio casamiento…Me partió el alma’ ‘Ah sí la piba, pobre’ le respondió Juan y se quedó pensando unos segundos en los padres de esa mujer, que habían perdido a su nena en el día más feliz de su vida. ‘De una así no se sale más’ concluyó mientras se levantaba de la silla, previamente sosteniéndose la rodilla mala para que no le duela, y se iba a la habitación a seguir leyendo el deportivo sin interrupciones.
Ana cambió de canal cuando estaban pasando fotos del civil de la pareja y puso Utilísima Satelital. Estaban enseñando cómo hacer guantes de cocina para regalar en navidad. Apagó la tele.
‘Nada, lo de la tele. La chica esa que se murió yendo a su propio casamiento…Me partió el alma’ ‘Ah sí la piba, pobre’ le respondió Juan y se quedó pensando unos segundos en los padres de esa mujer, que habían perdido a su nena en el día más feliz de su vida. ‘De una así no se sale más’ concluyó mientras se levantaba de la silla, previamente sosteniéndose la rodilla mala para que no le duela, y se iba a la habitación a seguir leyendo el deportivo sin interrupciones.
Ana cambió de canal cuando estaban pasando fotos del civil de la pareja y puso Utilísima Satelital. Estaban enseñando cómo hacer guantes de cocina para regalar en navidad. Apagó la tele.
***
‘Sí, quiero’ contestó ante la mirada de todos sus seres queridos y de Juan, que le agarró la cara con las dos manos y con los ojos llenos de lágrimas le dio un beso de esos que hacen eco para siempre en los huesos. El pastor, algo incómodo pero sonriente, levantó los hombros hacia arriba y mirándolos a los dos expresó que ‘El Señor y yo haremos la vista gorda ante este exabrupto premarital y tanto ante Él como ante todos aquellos aquí presentes los declaro marido y mujer. Puede (volver a) besar a la novia’ La iglesia entera irrumpió en risas y todo ese día fue perfecto: la caminata del brazo hasta la puerta, las sonrisas de sus seres queridos, el tropezón de Ana en las escaleras ('¡es que estos vestidos son tan largos!') y la posterior atajada de Juan, que siempre había estado ahí para salvarla de todo. Y que ahora estaría para siempre.
***
‘Imaginate viejo si yo me hubiera muerto el día de nuestro casamiento. Te hubieras salvado de un castigo, ¿no?’
‘Si te hubieras muerto el día de nuestro casamiento yo me hubiera ido con vos, negrita’ le contestó medio dormido justo antes de empezar a roncar. Jamás notó cómo la almohada de Ana se mojaba con gotitas que le caían una a una de los ojos mientras su nariz se esforzaba por no hacer ruido y su boca se arqueaba en una sonrisa pensando en sí misma como un premio. Uno lindo, importante, de esos que ponés en un estante del living esperando que todos vean cuando llegan a tu casa de visita. Apagó el velador, se acercó a Juan acariciándole la panza que tan redonda se había vuelto en los últimos cuarenta y dos años, y se durmió profundamente.
‘Imaginate viejo si yo me hubiera muerto el día de nuestro casamiento. Te hubieras salvado de un castigo, ¿no?’
‘Si te hubieras muerto el día de nuestro casamiento yo me hubiera ido con vos, negrita’ le contestó medio dormido justo antes de empezar a roncar. Jamás notó cómo la almohada de Ana se mojaba con gotitas que le caían una a una de los ojos mientras su nariz se esforzaba por no hacer ruido y su boca se arqueaba en una sonrisa pensando en sí misma como un premio. Uno lindo, importante, de esos que ponés en un estante del living esperando que todos vean cuando llegan a tu casa de visita. Apagó el velador, se acercó a Juan acariciándole la panza que tan redonda se había vuelto en los últimos cuarenta y dos años, y se durmió profundamente.
escribís tan lindo que me inspirás
ResponderEliminarqué lindo lo que me decís. me alegra muchísimo inspirar a alguien :) gracias
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