jueves

Anita

Anita desde muy chica creyó que aquello era una exageración más. Que así como pasaba con tantas otras cosas, esto también era una deformación de la realidad a conveniencia de las tradiciones sociales, como Papa Noel o los Reyes Magos. Siguió muy firme en esa posición hasta que le pasó a ella, y desde el día uno decidió aferrarse con todas sus fuerzas. Y mirá que le advirtieron un montón de veces ‘la eternidad es una mentira temporal’ ‘creemos para no volvernos locos’ pero prefirió ni pensarlo, y al menos yo no la juzgo.
En el preciso momento en que se dispuso a frenar la inercia y escucharse, se dio cuenta de la contradicción. Se estrelló contra la pared a 160 kilómetros por hora, desarmando las piezas que la componían y ocupándose (sin darse cuenta) de quemar todas y cada una de ellas para que no volvieran a encajar nunca más.
Cuando se pudo levantar empezó a caminar y se encontró con una contaminación insoportable. Transitó su camino (tan efímero como eterno) hasta que un día  notó que el humo venía de adentro suyo. Y justo cuando pensaba que nunca llegaría, comenzó la sanación: un proceso tardío, lento y agotador, pero que por fin estaba tomando forma.
Hoy Anita se mira al espejo y sonríe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario