El sentimiento más efímero que experimenté en mi vida es, casualmente, el que más me expandió el alma. Me pasó varias veces, la única correlación circunstancial que encuentro entre todas ellas es que siempre sucedió estando sola, y todas se sintieron de igual forma: un brevísimo momento en el que respirás entendimiento. Te encontrás a vos misma mirando el pasto, o un árbol, o la luna... y de repente los entendés. Sos conciencia expandida. No estabas buscando nada y encontraste todo. Comprendés la magnitud del universo, las fuerzas que lo interconectan, que nada es grave, que estamos en este plano por un rato, que la muerte es un paso más. Ponés todo en perspectiva, abrís enormes los ojos y ves los engranajes invisibles que mueven el mundo. No sé cómo ponerlo en otras palabras, son segundos de entendimiento pleno. Sos una con el universo. Lo entendés. Vibrás con él, fluís en él, sos él.
Y así como vienen esos segundos de conciencia expandida, se van. El pasto vuelve a ser el pasto, el árbol el árbol, la luna la luna y te vas pensando en las expensas que tenés que pagar el lunes. Pero quién te quita el mini nirvana.
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