domingo

Madrugada

Si tuviera que admitir cuándo me siento más sensible a las partes ocultas de mi Universo personal, sin dudas respondería que es cuando estoy sola. Y si indagara más profundo, especificaría que es cuando estoy plenamente consciente de que todos a mi alrededor duermen. Hay algo especialmente privado en el silencio de la madrugada, un pacto tácito entre el tiempo y yo de mantener todo lo que pasa por mi cabeza entre nosotros. Un acuerdo de libre comercio entre ideas, pensamientos y memorias que dura hasta que salga el sol o me quede dormida, lo que ocurra primero. Cuando se dan estas circunstancias mis barreras de represión ven que no hay nadie al acecho y se relajan un poco, descansan los ojos de la vigilia del día y aparece la tentación de hacer o pensar cualquier cosa que me traiga un recuerdo. Miro para los costados para asegurarme de que realmente no haya testigos y cuando lo compruebo, lo hago: pongo ese disco, pienso en esa palabra o toco ese punto de mi mano que me transporta a ese momento específico.  Y vuelven los restos, o lo que me inventé, o lo que nunca fue, o lo que no va a volver a ser.

Me despierto, me hago dos tostadas y si me preguntaran por esas cosas respondería con total y plena sinceridad que no me interesan.

Salió el sol y realmente ya no me interesan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario